Brindo por

No he visto rayos C brillar en la oscuridad más allá de la puerta de Tannhauser, pero he visto a un sin techo bebiendo de un brick de vino barato que le chorreaba por los rizos de su barba. He visto a elegantes señoritas sosteniendo con discreción y delicadeza copas de champán que bebían a sorbitos, y he visto jóvenes que engullían enormes vasos de calimocho o cerveza en competición (¡los llamaban vasos «mini» y resulta que tenían una capacidad de un litro!). He visto a respetables jubilados tomando con placer un sol y sombra antes de la corrida de toros de la tele y he visto a niñas bebiendo malibú a duras penas. He visto a miles de personas tomando unas cañas a mediodía y a otros miles de personas bebiendo copas a medianoche. He visto que en las celebraciones descorchan el mejor vino y se reparte a discreción, y también he visto funerales que se clausuran con una pinta de despedida. He visto a gente bebiendo feliz y triste, riendo y llorando, inconsciente y consciente, excitada y apagada, conversando y bailando, en soledad y en compañía.

He visto a gente morir de alcohol pero a nadie resucitar ni encontrar su camino a través de.

Domingo de prensa

José Luis López de Lacalle, escritor vasco de 62 años, fue asesinado en el año 2000 a tiros mientras volvía a pie a casa tras comprar la prensa. Fueron algunos cobardes terroristas que, supongo, tendrían miedo de que José Luis supiese demasiado al leer tantos periódicos y estuviese mejor informado que ellos de lo que significan palabras como libertad, bien sea de derecho o de expresión. Me llamó la atención que describían la escena con José Luis llevando una bolsa en la que había cinco o seis periódicos, de diferentes ideologías. Desde aquel día, recuerdo que fue domingo y que leí la crónica en El Mundo, cada vez que salgo un domingo por la mañana a comprar la prensa ando con mucho cuidado, mirando en todas las esquinas, por miedo a que algún enemigo de la lectura me asalte como le pasó al malogrado columnista. Pero es que un domingo sin periódico es poco menos que un partido de fútbol sin balón… Ya decía Albert Camus en La Caída, libro que sinceramente no comprendí en su día, que «una sola frase bastará para definir al hombre moderno: fornicaba y leía periódicos».

Todo esto sólo para decir que un domingo como el de hoy, después de horas leyendo periódicos y sus distintos suplementos, parece que uno tiene una visión más poliédrica del mundo; más pesimista también, qué remedio, y más reflexiva. Algo así como si al leer el periódico te sentases en una butaca a ver pasar el mundo a través de las delgadas hojas de papel tintado y te sintieses consciente del funcionamiento de su motor (nada esperanzador, por cierto). He leído…

McDonald’s ha incrementado sus ventas un 7,4% en el último trimestre gracias a la crisis porque los consumidores demandan comida barata. Laura, cuarentona, tiene más de 100 pares de zapatos pero no tiene ningún hijo. Los padres Dominicos han montado una red de blogs para expandirse a través de Internet. Telefónica quiere comercializar su red de fibra óptica cuando a mi pueblo de momento no llega ni el ADSL. Carmen, número uno de su promoción en matemáticas, da clases en un instituto y es feliz aunque su tutor universitario le auguró que se arrepentiría y que debía investigar. El grado de innovación (inversión en I+D+i principalmente) es mayor en Eslovenia o en Chipre que en España. Luis María Ansón afirma que sobran dos millones de funcionarios en España. El hijo de Nuria se va de Galicia en verano para mejorar su castellano. Irina, inmigrante rusa, vino a España a trabajar de bailarina y ahora la obligan a venderse a 75 euros la hora y a soportar que los pagadores quieran contarle sus vidas y le traigan flores de dos euros. Bush quiere invertir 700.000.000.000 dolares (son muchos, ¿no?) en ayudar a esos empresarios/banqueros que se han enriquecido gracias a especulaciones y agarrando los huevos de los currantes para que, pobres, no pierdan su dinero (mucho, ¿no?). Van Nistelrooy no había tocado la pelota pero marcó gol en el descuento para que el Madrí ganase otro partido. A un japonés torero lo llaman chino de mierda. Se dice que el único riesgo profesional de los poetas es el suicidio.

Y Paul Newman murió y Scarlett Johansson se casó.

que no os deslumbren esos ojos en blanco y negro

te enseñaron a rodar

vías hacia Auswitchz

te enseñaron a rodar sobre las vías
a seguir sin pensar
interminables rectas
aceradas
a soportar el peso de los vagones
hipócritas de primera clase
en primera clase
carbón en la sala de máquinas
suciedad acumulada en los raíles
hierbajos entre las vías
y
flores primaverales
de turgentes frutos
y lechosos tallos vírgenes
out of your road trip

te mostraron la senda
arbeit macht frei
estación de origen y destino
a rodar sobre los raíles
ten cuidado
con acabar al final
bajo las ruedas

PS. Photo by Robertoeee, amigo, en el campo de concentración de Auswitchz.

Sed y ceguera

Don Quijote no fue un loco, sino un lúcido que sabía que tenía que renovarse, o morir. Que debía buscar ilusiones por las que luchar, que le darían los sobresaltos emocionales que necesitaba para considerarse plenamente satisfecho y realmente humano. No fue un inconsciente que salió a la calle por la inercia de haber leído un puñado de novelas de caballerías. Simplemente envidió la intensa vida de aquellos sus héroes que cada día dormían a la intemperie. A él no le cegaron las aventuras leídas, sino que lo iluminaron: advirtió que su vida rozaba la monotonía de la tumba pero tenía sed de emoción. Ingenuos aquellos que sonríen sin disimulo cada vez que se cruzan con algún quijote con ganas de vivir y lo acusan de loco sin advertir la viga en el ojo propio…

función constante

Miró a través del cristal de la ventana. Había llovido durante las últimas semanas, pero ese día salió el sol. Abrió la ventana para comprobar que la temperatura era lo agradable que prometían los rayos solares. Ya era junio y, aunque el mal tiempo de finales de mayo pareciese anacrónico, ya se sabe que cuando marzo mayea, mayo marcea. Aún con todo, se puso el abrigo y cogió el paraguas antes de salir a la calle. No quería que el tiempo cambiase, prefería que las cosas siguieran tal y como estaban. Sudaba mientras caminaba pero se resistía a desprenderse de la ropa de abrigo. Los viandantes rumoreaban, ese chico está loco, con el calor que hace, mira si le falta un tornillo, a ver si es que tiene alguna enfermedad. No. Simplemente le había ido bien hasta entonces y no entendía por qué había de cambiar.

Acerca de la fidelidad

Han corrido ríos de sangre, claro, es un tema espinoso. La fidelidad como cadena que nos ata con fuertes eslabones a una persona con la que compartimos una relación, bien sea de amistad, bien sea sentimental. Pero sin embargo, la fidelidad no debería ser considerada como un pesado fardo sino como una bendición que permite evaluar la fortaleza de esa cadena. Decía el protagonista-narrador de Crimen y Castigo:

Tuve la suficiente bellaquería, y también franqueza, en cierto modo, para declararle sin rodeos que no sería capaz de guardarle fidelidad completa. Esta confesión la puso frenética, pero, al parecer, mi brutal sinceridad le agradó. “Si me lo dice de antemano, señal de que no quiere engañarme”, pensaría.

En El último encuentro de Sándor Márai también se comenta desde otro punto de vista: la fidelidad no debería anteponerse al amor/sentimiento puesto que priorizarla respecto al amor rebaja a éste:

¿Exigir fidelidad no sería acaso un grado extremo de egolatría, del egoísmo y de la vanidad, como la mayoría de las cosas y de los deseos de los seres humanos? Cuando exigimos a alguien fidelidad, ¿es acaso nuestro propósito que la otra persona sea feliz? Y si la otra persona no es feliz en la sutil esclavitud de la fidelidad, ¿amamos a la persona a la que se la exigimos? Y si no amamos a esa persona ni la hacemos feliz, ¿tenemos derecho a exigirle fidelidad y sacrificio?

Oscar Wilde, por su parte, tenía una opinión más certera, muy de su estilo:

¡Qué obsesión tienen las personas con la fidelidad! Los jóvenes quieren ser fieles y no lo son; los viejos quieren ser infieles y no pueden.

Y también los hay que consideran la fidelidad como un signo inequívoco de cobardía y sumisión, como dice Kenize Mourad en De parte de la princesa muerta:

La fidelidad de su marido le provoca desprecio, la considera una manifestación más de su flaqueza.

¿Con quién estáis más de acuerdo? ¿Qué opináis al respecto? ¿Fidelidad como bendición o como castigo?

Educación

La forja de ciudadanos ignorantes, y por tanto acríticos, es una condición necesaria para el correcto funcionamiento de las sociedades de consumo avanzado. Se requieren consumidores educados en serie, sin referencias culturales, sin pasado, de identidades volubles e intercambiables, puros átomos sin voluntad zarandeados sin fin en el flujo incesante de la publicidad.

[Daniel Arjona, El Cultural]

Lo leí hace un par de meses en El Cultural y, casualmente, aparece en el artículo Diatriba contra los modernienses [¿qué es eso de «moderniense»?] del segundo número de la revista Autopsia.