Dialogi quattuor super auspicato Johannis Hispaniarum principis mortuali die


La muerte visita a la reina Isabel la Católica.

Quiero vivir dos veces
para poder olvidarte.
Quiero llevarte conmigo
y no voy a ninguna parte.

[Paloma, Andrés Calamaro]

Los Reyes Católicos tuvieron solo un hijo varón, Juan de Aragón, príncipe de Asturias. El pobre Juan falleció en 1497 a los 19 años, solo seis meses después de casarse con la archiduquesa Margarita de Austria. Las malas lenguas atribuyen su súbito fallecimiento «a la gran pasión marital que sentía por su esposa». Se puede intuir la tristeza y la pena de su madre, la reina Isabel la Católica, ante el fallecimiento de su hijo varón.

En aquel tiempo, Diego Ramírez de Villaescusa andaba por Amberes junto a Juana de Castilla, la tercera hija de los Reyes Católicos, ya casada con el archiduque Felipe el Hermoso desde 1496. El sacerdote villaescusero hacía las veces de consejero y capellán mayor de Juana, necesitada de asesoramiento y apoyo psicológico. Y allí en Amberes, unos meses más tarde de la muerte del hermano de Juana, en julio de 1498, Diego publicó un incunable en latín de título «Dialogi quattuor super auspicato Johannis Hispaniarum principis mortuali die» («Cuatro diálogos a la muerte del deseado príncipe Juan de España»).

El texto, que se puede descargar de la Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico, se estructura en cuatro diálogos: uno primero entre la muerte y la reina Isabel, uno segundo entre Fernando el Católico y Margarita, viuda del príncipe Juan, un tercero entre los Reyes Católicos y un cuarto diálogo entre los mismo Reyes Católicos, padres del príncipe Juan, y la viuda Margarita.

Este tipo de escritos, con marcado enfoque moralizante y de consuelo cristiano, se difundían a modo de pésame, como si en vez de una corona de flores se quisiese enviar un ánimo de vida eterna. Por aquel entonces, además, Diego Ramírez no era todavía obispo, aunque fue inminente su nombramiento como Obispo de Astorga en noviembre de 1498. Sería aventurado aseverar que su homenaje al príncipe Juan hubiese podido tener algo que ver con su ascenso episcopal.

Sí podría intuirse, sin embargo, que los fallecimientos en la línea de sucesión favorecieron de forma nítida su poder en la corte como escudero de Juana de Castilla puesto que no solo falleció el príncipe Juan, sino también su hermana Isabel de Aragón, la primogénita de los Reyes Católicos, y su hijo, Miguel de Portugal. La Historia, caprichosa y azarosa, suele reservar sillones de honor a aquellos que, como Diego Ramírez, estuvieron el día oportuno en el lugar adecuado.

Y así es como casi cinco siglos antes de que Ingmar Bergman rodase El Séptimo Sello ya hubo un villaescusero que humanizó a la muerte y la mandó a establecer conversación eterna con la reina Isabel la Católica.

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