Sebastián, Alfonso y otros Dominicos Desempolvados


Foto de dron del convento dominico antes de abrir sus entrañas.

Es tu vida en directo
y es mejor que nadie te la cuente,
porque desgraciadamente habrá capítulos insulsos,
habrá lagos de memoria para hacerte darte cuenta
de lo que realmente importa,
si es que algo importa.

[Tu vida en directo, León Benavente]

No soy tan viejo como para recordar ese solar de otra manera. Vallado desde hace bastantes años, lleno de maleza, inhóspito por sus desniveles y barrancos. Su estampa de parcela abandonada bajo las ruinas de los frailes está grabada en el imaginario colectivo local. Desde luego que no conformaba una imagen bella pero tampoco molestaba, bien cercada y casi en un extremo del pueblo. Se distinguía el muro perimetral del claustro, una higuera crecía por el muro exterior de la zona sureste, dos colosales piedras de molino sobresalían entre los cardos, abandonadas ahí hace casi cuarenta años por encontrarse en el recinto de construcción de la piscina municipal, varios cipreses adultos disimulaban las vistas en el lateral más transitado. Podrían haber pasado decenas de años sin más alteración en el paisaje del solar que la originada por la mutación vegetal entre estaciones.

La Oportunidad o el Tren que no se Deja Escapar

Hay que remontarse al 11 de junio de 2018, coincidiendo con el séptimo aniversario de mi primera toma de posesión como alcalde de la villa. Habían pasado muy pocos días desde que Pedro Sánchez provocase la caída de Mariano Rajoy como Presidente del Gobierno. Aquella mañana de junio fui a Madrid a una reunión concertada en el Ministerio de Fomento gracias a la mediación de Benjamín Prieto, entonces Presidente de la Diputación de Cuenca; los altos cargos ya se encontraban «en funciones» por el triunfo de la moción de censura. El imponente edificio ministerial abruma y eso de estar en el Paseo de la Castellana, para los que somos de pueblo, pues también, la verdad. Y el control de acceso, claro. La mala memoria ha olvidado el nombre y cargo de las dos personas que nos recibieron y a las que, en su anonimato, les estaré siempre agradecido. Nos explicaron con paciencia y clarividencia los motivos por los que nuestro proyecto para finalizar la iglesia de los frailes (iluminación, aseos, oficina, recepción, auditorio, etc) había sido descartado en la última convocatoria del 1,5% Cultural. Y ahí habría acabado la insulsa historia si no fuese porque nos dieron las claves para presentar proyectos exitosos y conseguir buena valoración a ojos de los evaluadores técnicos del Ministerio de Cultura.

Ese mismo día fui consciente de que debía centrar los esfuerzos en el enorme solar, abandonado y olvidado. Llamé al arquitecto y le propuse elaborar un proyecto de excavación arqueológica del desaparecido convento para concurrir a la convocatoria del 1,5% Cultural. El 28 de junio de 2018, el Ayuntamiento de Villaescusa de Haro presentó solicitud para la financiación de las obras de “Rehabilitación del Convento de los Dominicos (Fase IV): excavación arqueológica y consolidación preventiva para la recuperación del claustro del Convento”. Pasaron los meses. El 13 de marzo de 2019 se filtró en prensa el anuncio de la resolución favorable; recuerdo que era miércoles porque estábamos en la cena semanal del Club Gastronómico El Capellán cuando miré el móvil y me saltó el aviso. Solo cuatro proyectos de Castilla-La Mancha habían resultado beneficiarios, y el nuestro como único de la provincia; con el tiempo supe que, además, fue uno de los que mayor puntuación global obtuvo. Al placer del forro asado se le sumaba el gozo de la subvención que ratificaba la satisfacción por el trabajo bien hecho. Quedaban poco más de dos meses para las elecciones municipales y confieso, aquí y ahora, que la posibilidad de ser partícipe de esta excavación arqueológica fue uno de los motivos que decantaron la balanza para optar a la reelección.

La Incertidumbre entre Incógnitas y Burocracia

En las siguientes semanas, la empresa matrimonial ARQOH Arquitectos elaboró el proyecto de excavación con todas las incertidumbres evidentes, ¿cómo saber qué partidas de restauración y consolidación presupuestar si no teníamos ni la más remota idea de si bajo los escombros quedarían indicios del vetusto convento? Por las catas de las fases previas de trabajo se sabía que perduraba el enmorrillado -pavimento de guijarros, en este caso conformando un sobrio mosaico- del claustro aledaño a la iglesia, y casi nos aferrábamos a esa evidencia como única prueba de supervivencia. La historia cuenta que el convento fue quemado y expoliado, así que las expectativas se ajustaban al escepticismo manchego. Tampoco eran demasiado optimistas los funcionarios del Ministerio.

Pasaron los meses con tiras y aflojas administrativos y presupuestarios hasta que recibimos la resolución de aprobación definitiva por parte del Ministerio a finales de año. Nos comimos las uvas tranquilos y presuponiendo que 2020 sería un buen año. Sospecho improcedente alegar, a estas alturas, en contra de nuestro futuro profético. Así, la paralización administrativa provocada por la pandemia retraso la licitación de la obra hasta finales del mes de julio. A principios de agosto se celebró la mesa de contratación para asignar la empresa adjudicataria (Cobe S.L.U.) y el primer día de septiembre arrancaron las obras.

La Sorpresa o los Olvidados de la Historia

Durante estas escasas semanas los avances han sido impactantes, sobre todo para los que, por edad, no tenemos recuerdo de otro paisaje en la zona. De forma paulatina, a medida que avanza el trabajo de las máquinas excavadoras y operarios, la planta del convento ha ido mostrándose con sus estancias, refectorio, patios interiores con pozo y aljibe, sacristía, bóvedas, muros exteriores, etc. Sin duda, los estudios arqueológicos darán más luz cuando el reposo de la excavación lo permita pero, por fortuna, lo visible anticipa ya muchas pistas para la conjetura histórica.

El pensamiento más recurrente, inevitable, es el de comprobar que todo estaba ahí desde hacía tanto tiempo, congelado, aguantando toneladas de escombro que enterraron y, al tiempo, protegieron los restos del convento. Hemos vivido ajenos a una realidad disimulada al acercarnos a comprar el pan o entrar en el colegio, casi enfrente: aunque no se percibiese, todo estaba ahí, mudo. Salvando las distancias, cuando visité Machu Picchu en 2016 me sorprendió que hubiese permanecido desaparecido durante tantos siglos hasta su descubrimiento por parte del explorador estadounidense Hiram Bingham en 1911, ¿cómo podía permanecer una ciudad oculta al afán dominador humano, siquiera en mitad de la selva? Quizá sea más sencillo de entender al comprobar cómo aquí hemos ignorado durante tantas décadas un solar dentro de un pueblo y a sabiendas de que correspondía al convento cuya anexa iglesia sobrevivía en estado ruinoso.

La Historia como Losa de Verdad

Hay que remontarse casi cinco siglos, a 1535, para conocer la génesis del convento. En aquel año pasaron a predicar por Villaescusa de Haro dos frailes dominicos, Fray Pablo de la Cruz y Fray Gaspar Portugués, que, con el beneplácito del pueblo, decidieron quedarse y aspirar a fundar un convento. Debía bullir la villa de vida en ese siglo. El entonces Obispo de Cuenca, el ilustre villaescusero D. Diego Ramírez, otorgó licencia para su fundación el 26 de junio de 1535 y, al año siguiente, el rey Carlos I la ratificó con fecha de 5 de mayo de 1536: «liçençia a los frayles de los predicadores para hedificar un monesterio en Villaescusa de Haro». Dado que Villaescusa de Haro se encontraba en territorio de la Orden de Santiago, era preceptiva la aprobación del rey para autorizar la construcción de un convento de otra Orden.

Quiso la fortuna que el Obispo D. Sebastián Ramírez de Fuenleal regresase de su periplo por América en aquella época y aportase los medios económicos y el solar para la construcción del convento en su villa natal. El maestro de cantería al mando de la obra fue Francisco de Luna, implicado en numerosas obras conquenses en la primera mitad del s. XVI. Las fuentes históricas narran que el convento se construyó casi íntegramente entre 1542 y 1547, año de fallecimiento del fundador D. Sebastián, cuyos restos deben descansar bajo el presbiterio de la iglesia del convento. Así, en la esplendorosa portada de la iglesia, joya del plateresco castellano, destacan los escudos de los Ramírez de Fuenleal y de la orden dominica.

Tras el fallecimiento de D. Sebastián, su sobrino D. Diego Ramírez Sedeño, Obispo de Pamplona y también nacido villaescusero, contribuyó económicamente para la conclusión de las obras. La iglesia del convento tardó muchos años en concluirse; consta que en 1635 aún no estaba acabada la capilla mayor. Se calificaba entonces al convento como uno de los más grandes y de mejor construcción de la Orden Dominica en España.

La decadencia del convento se fraguó en el s. XIX. Durante la Guerra de la Independencia sirvió de cuartel a las tropas francesas del general Fontayne. Fue abandonado a finales de 1835 como consecuencia de los sucesos políticos (exclaustración) y matanzas de frailes en el país. Al año siguiente sufrió la desamortización de Mendizábal y, posteriormente, fue incendiado, expoliado y abandonado por el Estado, que vendió tanto el solar como los materiales, podría ser que a Eugenia de Montijo en 1858 para la rehabilitación del castillo de Belmonte. En 1868 solo quedaban en pie los muros de la iglesia, es decir, una estampa similar a la del año 2011, en el que se inició la primera intervención de restauración tras la adquisición del inmueble por parte del Ayuntamiento de Villaescusa de Haro a principios del s. XXI siendo alcalde Balbino Millán.

La Esperanza como Satisfacción y Futuro

Con humilde realismo podemos afirmar que esta excavación no supone un hito histórico nacional; sobreviven en perfecto estado montones de monasterios de hace cinco siglos en su propia singularidad, algunos tan apabullantes como el cercano monasterio de Uclés. No estremecerá la perspectiva de los arranques de muros de piedra y tapiales de los dominicos como, por ejemplo, una visita al mosaico figurativo romano de Noheda. Logrará conmover, si acaso, al vecino villaescusero al que han agitado con fruición su realidad visual y que siente como propias las ruinas del entorno.

En el entretanto, seguiremos fascinados los avances de una excavación arqueológica que sorprende, día a día, con hallazgos inesperados. Los primeros días aparecieron más zonas de enmorrillado alrededor del claustro, como las ya identificadas, y se constató que el paseo del claustro no era cuadrado sino en forma de U, con el lateral sur cerrado. La segunda semana ya salió a la luz el refectorio, con un singular banco corrido de yeso alrededor de toda la estancia. El 21 de septiembre se descubrió una losa de piedra labrada con el escudo de los Ramírez de Fuenleal en el propio refectorio; se especuló con que podría ser la mitad de la lápida sepulcral del obispo fundador, si bien pronto se descartó la hipótesis. Y al día siguiente, un silo de más de cinco metros de profundidad que sorprendentemente se encontraba vacío, sin escombro, sin humedad, como esperando grano. El día 23 ya se distinguía claramente un patio cuadrado interior de solado enguijarrado con pozo, aljibe y sistema de desagüe. El viernes 25 de septiembre nos tropezamos con la mitad inferior de la lápida que había aparecido cuatro días antes, un hallazgo que permitirá leer la inscripción perimetral completa y que podría ser del enterramiento de un Alfonsus en 1646, quizá Alfonso Ramírez de Fuenleal; según el Compendio Histórico reseñado como «uno de aquellos varones ilustres de gran entendimiento que hubiera dado mucha gloria a la villa de no haber fallecido a la temprana edad de 18 años». El 2 de octubre se mostró un colosal capitel por identificar, seguramente sostén de un arco del claustro, que da idea de la magnificencia del convento. Y los muros y escalones van definiendo los límites y divisiones del edificio con nitidez a medida que pasan los días.

Se abren ahora las entrañas del viejo convento y adquiere sentido el paso de la historia por este rincón manchego que fermentó obispos y ahora sufre el deshielo rural. Podemos sentirnos afortunados por vivir una época de notable sensibilidad hacia el cuidado de nuestro patrimonio histórico-artístico, lo que habilita la seducción por desenterrar la planta de un convento que convivía, olvidada e invisible, entre nosotros y, con ello, despertar al s. XXI el modo de vivir y de pensar de un puñado de frailes del s. XVI, como un archivo histórico no de papel sino de piedra y yeso.

P.S. Galería fotográfica de la evolución de las obras, primero de la iglesia desde 2011 hasta 2018 y después de la excavación arqueológica iniciada en septiembre de 2020:

convento dominicos

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