De fray Pablo de la Cruz a Santa Catalina de Alejandría


Homenaje de los dominicos a Santa Catalina en Villaescusa de Haro.

La miro pensando cuánto faltará para que empiece a odiar
la forma que tengo de amarla tan mal, mi manera de huir
que no puedo parar.

[Demasiadas mujeres, C. Tangana]

Un viernes, primero de cuaresma, 21 de febrero del año 1535, llegó a Villaescusa de Haro un grupo de una docena de frailes dominicos encabezado por fray Pablo de la Cruz, fray Lorenzo de Santa Catalina y fray Gaspar Portugués. El domingo siguiente predicó fray Pablo con tanta dignidad y satisfacción de eclesiásticos y seglares que les solicitaron que se quedasen allí y fundasen un monasterio de su Sagrado Orden.

Pocas semanas después, en marzo de ese mismo año, el concejo de la villa ofreció a la pequeña comunidad dominica un terreno libre de cargas y amojonado en la cuesta de Santa Bárbara. Y así, el domingo 23 de marzo, Domingo de Pasión, los predicadores ocuparon el interior de la ermita homónima, a día de hoy parcialmente en pie. Y allí permanecieron, entre estrecheces e incomodidades, hasta 1537 «soportando estoicamente todos los inconvenientes que ofrecía un lugar extramuros de la villa».

En 1537, los frailes se trasladaron a una casa que les asignó el ayuntamiento junto a la iglesia parroquial, en la calle de San Pedro, donde permanecerían hasta 1542. La leyenda narra que la mayoría de los doce obispos de la villa nacieron en esa calle que tantos siglos después sigue conservando su nombre, que también lo asume la propia iglesia parroquial. Se sabe, no obstante, que el obispo Sebastián Ramírez de Fuenleal, fundador y mecenas del convento de los dominicos, nació en la que hoy es la calle fray Fernando Mena, la empinada cuesta que baja desde el punto más elevado del pueblo a la plaza de la villeta.

Pronto se cumplirán cinco siglos desde que los dominicos se instalaran en la calle San Pedro, de forma temporal mientras se edificaba el magnífico convento al sureste, y aún perdura la portada de piedra que daba acceso a la vivienda conventual.

Coronando la portada, y labrada en piedra, destaca la rueda de cuchillas afiladas, signo del martirio de Santa Catalina de Alejandría, mártir del s. IV que falleció decapitada. Era costumbre entre las órdenes mendicantes, dominicos y trinitarios, establecer como santos intercesores en la génesis de las fundaciones precisamente a mártires como la santa egipcia. Recuérdese asimismo que uno de los dos frailes fundadores se llamaba fray Lorenzo de Santa Catalina; el otro, fray Pablo, dio a su vez nombre al convento, denominado originariamente «de Santo Domingo» y posteriormente «de la Santa Cruz».

La inscripción que se conserva en la portada reza: «VIRGINIS OB MERITUM MANET HOC MEMORABILE SIGNUM» (virgen por mérito, permanece este memorable signo). Esta estrofa pertenece a un canto en honor a Santa Catalina que se cantaba en su fiesta del 25 de noviembre. También se observa el grabado de una flor de la azucena, símbolo de pureza, relativo a la virginidad consagrada a Dios de la mártir cristiana.

Y el pórtico convive con los villaescuseros, tapiado y discreto, ajeno al paso de los tiempos, símbolo perpetuo de los comienzos humildes de un puñado de frailes mendicantes que conocerían el sabor de la gloria pocos años después gracias a la intercesión -económica y religiosa- del obispo Sebastián Ramírez de Fuenleal.

P.S. Qué inmenso agradecimiento a Enrique Lillo por investigar con asombro y de forma exhaustiva la historia de los frailes dominicos, a Juan Manuel Millán por saberlo todo sobre la historia del pueblo, y transmitirlo con precisión y pasión, y a Fernando Fdez Cano por el asesoramiento histórico-religioso.

En el pueblo de nunca jamás tanta nieve


Sábado 9 enero 2021: 9:22 a.m. – 13:10 p.m.

Dime que no has dicho nunca estando borracho que tú controlas,
dime que nunca mientes y que no te arrepientes
de las decisiones que te han llevado a ser como eres,
dime que no tienes dudas
sobre ninguna cosa:
confirmaré que eres una persona sospechosa.

[Una persona sospechosa, Los Punsetes]

Entre el jueves 7 y el sábado 9 de enero no paró de nevar. Dicen los mayores del lugar que no recuerdan una nevada así (la encuesta se ha trasladado a varios vecinos de más de ochenta y de noventa años). Sería difícil cuantificar la cantidad de nieve porque el viento la arrastraba; se registraron espesores muy variables, aunque sería muy prudente decir que el espesor medio superó los cincuenta centímetros.

El viernes antes de mediodía, en mitad del histórico temporal, un concejal socialista me mandó un wasap bastante maleducado y acusatorio insistiendo en que si él fuese el alcalde estaría limpiando la nieve «con los dientes» y que seguro que me las arreglaba para irme a «hacer fotitos» y luego echar la culpa «a la Diputación, a Zapatero o a Sánchez«.

El sábado por la mañana, en previsión del final de las nevadas, me junté con el teniente-alcalde (César) y el otro concejal socialista (Pedro) para tomar decisiones. Nos sentíamos impotentes ante Filomena en mitad de la intransitable N-420 viendo cómo incluso los conductores de motoniveladoras no podían acceder a sus máquinas para limpiar carreteras: la pescadilla que se muerde la cola. Informé que la máquina con pala que había contratado no podía venir y la abonadora para esparcir sal tampoco. Compartimos nuestra preocupación e incluso planteamos retirarnos ante la enorme cantidad de nieve acumulada. Afortunadamente en ese momento empezaron a acudir a la puerta del cerezo decenas de voluntarios de cualquier sexo, edad y condición para colaborar de forma entusiasta en la limpieza de calles y accesos a las casas.

Gracias a tantos tractores, máquinas y palas «manuales» no hubo que retirar la nieve con los dientes. Resulta evidente que de otra forma, sin la colaboración de medios mecánicos particulares, habría resultado imposible acometer la tarea con rapidez y buen resultado. Totalmente imposible para cualquier Ayuntamiento pequeño carente de medios materiales y humanos.

Y así se consiguió que la desesperación y preocupación que compartimos a primera hora de la mañana terminase a última hora de la tarde con satisfacción y éxito.

¡Cómo no agradecer a todos su trabajo, cada uno con unos medios y unas posibilidades a su alcance! A algunas personas mayores se les caían las lágrimas al ver que se limpiaba el acceso a su puerta.

La nevada fue histórica. La colaboración ciudadana, también.

P.S. La prensa provincial se hizo eco del asunto en este reportaje de El Día Digital titulado «Los alcaldes de la provincia, auténticos ‘héroes’ frente al temporal». Aunque el titular sonroje porque un alcalde, si en algo es líder, es en preocupación; qué poco podríamos haber hecho sin la colaboración ciudadana y, sobre todo, sin los medios propios de agricultores y ganaderos.

Sebastián, Alfonso y otros Dominicos Desempolvados


Foto de dron del convento dominico antes de abrir sus entrañas.

Es tu vida en directo
y es mejor que nadie te la cuente,
porque desgraciadamente habrá capítulos insulsos,
habrá lagos de memoria para hacerte darte cuenta
de lo que realmente importa,
si es que algo importa.

[Tu vida en directo, León Benavente]

No soy tan viejo como para recordar ese solar de otra manera. Vallado desde hace bastantes años, lleno de maleza, inhóspito por sus desniveles y barrancos. Su estampa de parcela abandonada bajo las ruinas de los frailes está grabada en el imaginario colectivo local. Desde luego que no conformaba una imagen bella pero tampoco molestaba, bien cercada y casi en un extremo del pueblo. Se distinguía el muro perimetral del claustro, una higuera crecía por el muro exterior de la zona sureste, dos colosales piedras de molino sobresalían entre los cardos, abandonadas ahí hace casi cuarenta años por encontrarse en el recinto de construcción de la piscina municipal, varios cipreses adultos disimulaban las vistas en el lateral más transitado. Podrían haber pasado decenas de años sin más alteración en el paisaje del solar que la originada por la mutación vegetal entre estaciones.

La Oportunidad o el Tren que no se Deja Escapar

Hay que remontarse al 11 de junio de 2018, coincidiendo con el séptimo aniversario de mi primera toma de posesión como alcalde de la villa. Habían pasado muy pocos días desde que Pedro Sánchez provocase la caída de Mariano Rajoy como Presidente del Gobierno. Aquella mañana de junio fui a Madrid a una reunión concertada en el Ministerio de Fomento gracias a la mediación de Benjamín Prieto, entonces Presidente de la Diputación de Cuenca; los altos cargos ya se encontraban «en funciones» por el triunfo de la moción de censura. El imponente edificio ministerial abruma y eso de estar en el Paseo de la Castellana, para los que somos de pueblo, pues también, la verdad. Y el control de acceso, claro. La mala memoria ha olvidado el nombre y cargo de las dos personas que nos recibieron y a las que, en su anonimato, les estaré siempre agradecido. Nos explicaron con paciencia y clarividencia los motivos por los que nuestro proyecto para finalizar la iglesia de los frailes (iluminación, aseos, oficina, recepción, auditorio, etc) había sido descartado en la última convocatoria del 1,5% Cultural. Y ahí habría acabado la insulsa historia si no fuese porque nos dieron las claves para presentar proyectos exitosos y conseguir buena valoración a ojos de los evaluadores técnicos del Ministerio de Cultura.

Ese mismo día fui consciente de que debía centrar los esfuerzos en el enorme solar, abandonado y olvidado. Llamé al arquitecto y le propuse elaborar un proyecto de excavación arqueológica del desaparecido convento para concurrir a la convocatoria del 1,5% Cultural. El 28 de junio de 2018, el Ayuntamiento de Villaescusa de Haro presentó solicitud para la financiación de las obras de “Rehabilitación del Convento de los Dominicos (Fase IV): excavación arqueológica y consolidación preventiva para la recuperación del claustro del Convento”. Pasaron los meses. El 13 de marzo de 2019 se filtró en prensa el anuncio de la resolución favorable; recuerdo que era miércoles porque estábamos en la cena semanal del Club Gastronómico El Capellán cuando miré el móvil y me saltó el aviso. Solo cuatro proyectos de Castilla-La Mancha habían resultado beneficiarios, y el nuestro como único de la provincia; con el tiempo supe que, además, fue uno de los que mayor puntuación global obtuvo. Al placer del forro asado se le sumaba el gozo de la subvención que ratificaba la satisfacción por el trabajo bien hecho. Quedaban poco más de dos meses para las elecciones municipales y confieso, aquí y ahora, que la posibilidad de ser partícipe de esta excavación arqueológica fue uno de los motivos que decantaron la balanza para optar a la reelección.

La Incertidumbre entre Incógnitas y Burocracia

En las siguientes semanas, la empresa matrimonial ARQOH Arquitectos elaboró el proyecto de excavación con todas las incertidumbres evidentes, ¿cómo saber qué partidas de restauración y consolidación presupuestar si no teníamos ni la más remota idea de si bajo los escombros quedarían indicios del vetusto convento? Por las catas de las fases previas de trabajo se sabía que perduraba el enmorrillado -pavimento de guijarros, en este caso conformando un sobrio mosaico- del claustro aledaño a la iglesia, y casi nos aferrábamos a esa evidencia como única prueba de supervivencia. La historia cuenta que el convento fue quemado y expoliado, así que las expectativas se ajustaban al escepticismo manchego. Tampoco eran demasiado optimistas los funcionarios del Ministerio.

Pasaron los meses con tiras y aflojas administrativos y presupuestarios hasta que recibimos la resolución de aprobación definitiva por parte del Ministerio a finales de año. Nos comimos las uvas tranquilos y presuponiendo que 2020 sería un buen año. Sospecho improcedente alegar, a estas alturas, en contra de nuestro futuro profético. Así, la paralización administrativa provocada por la pandemia retraso la licitación de la obra hasta finales del mes de julio. A principios de agosto se celebró la mesa de contratación para asignar la empresa adjudicataria (Cobe S.L.U.) y el primer día de septiembre arrancaron las obras.

La Sorpresa o los Olvidados de la Historia

Durante estas escasas semanas los avances han sido impactantes, sobre todo para los que, por edad, no tenemos recuerdo de otro paisaje en la zona. De forma paulatina, a medida que avanza el trabajo de las máquinas excavadoras y operarios, la planta del convento ha ido mostrándose con sus estancias, refectorio, patios interiores con pozo y aljibe, sacristía, bóvedas, muros exteriores, etc. Sin duda, los estudios arqueológicos darán más luz cuando el reposo de la excavación lo permita pero, por fortuna, lo visible anticipa ya muchas pistas para la conjetura histórica.

El pensamiento más recurrente, inevitable, es el de comprobar que todo estaba ahí desde hacía tanto tiempo, congelado, aguantando toneladas de escombro que enterraron y, al tiempo, protegieron los restos del convento. Hemos vivido ajenos a una realidad disimulada al acercarnos a comprar el pan o entrar en el colegio, casi enfrente: aunque no se percibiese, todo estaba ahí, mudo. Salvando las distancias, cuando visité Machu Picchu en 2016 me sorprendió que hubiese permanecido desaparecido durante tantos siglos hasta su descubrimiento por parte del explorador estadounidense Hiram Bingham en 1911, ¿cómo podía permanecer una ciudad oculta al afán dominador humano, siquiera en mitad de la selva? Quizá sea más sencillo de entender al comprobar cómo aquí hemos ignorado durante tantas décadas un solar dentro de un pueblo y a sabiendas de que correspondía al convento cuya anexa iglesia sobrevivía en estado ruinoso.

La Historia como Losa de Verdad

Hay que remontarse casi cinco siglos, a 1535, para conocer la génesis del convento. En aquel año pasaron a predicar por Villaescusa de Haro dos frailes dominicos, Fray Pablo de la Cruz y Fray Gaspar Portugués, que, con el beneplácito del pueblo, decidieron quedarse y aspirar a fundar un convento. Debía bullir la villa de vida en ese siglo. El entonces Obispo de Cuenca, el ilustre villaescusero D. Diego Ramírez, otorgó licencia para su fundación el 26 de junio de 1535 y, al año siguiente, el rey Carlos I la ratificó con fecha de 5 de mayo de 1536: «liçençia a los frayles de los predicadores para hedificar un monesterio en Villaescusa de Haro». Dado que Villaescusa de Haro se encontraba en territorio de la Orden de Santiago, era preceptiva la aprobación del rey para autorizar la construcción de un convento de otra Orden.

Quiso la fortuna que el Obispo D. Sebastián Ramírez de Fuenleal regresase de su periplo por América en aquella época y aportase los medios económicos y el solar para la construcción del convento en su villa natal. El maestro de cantería al mando de la obra fue Francisco de Luna, implicado en numerosas obras conquenses en la primera mitad del s. XVI. Las fuentes históricas narran que el convento se construyó casi íntegramente entre 1542 y 1547, año de fallecimiento del fundador D. Sebastián, cuyos restos deben descansar bajo el presbiterio de la iglesia del convento. Así, en la esplendorosa portada de la iglesia, joya del plateresco castellano, destacan los escudos de los Ramírez de Fuenleal y de la orden dominica.

Tras el fallecimiento de D. Sebastián, su sobrino D. Diego Ramírez Sedeño, Obispo de Pamplona y también nacido villaescusero, contribuyó económicamente para la conclusión de las obras. La iglesia del convento tardó muchos años en concluirse; consta que en 1635 aún no estaba acabada la capilla mayor. Se calificaba entonces al convento como uno de los más grandes y de mejor construcción de la Orden Dominica en España.

La decadencia del convento se fraguó en el s. XIX. Durante la Guerra de la Independencia sirvió de cuartel a las tropas francesas del general Fontayne. Fue abandonado a finales de 1835 como consecuencia de los sucesos políticos (exclaustración) y matanzas de frailes en el país. Al año siguiente sufrió la desamortización de Mendizábal y, posteriormente, fue incendiado, expoliado y abandonado por el Estado, que vendió tanto el solar como los materiales, podría ser que a Eugenia de Montijo en 1858 para la rehabilitación del castillo de Belmonte. En 1868 solo quedaban en pie los muros de la iglesia, es decir, una estampa similar a la del año 2011, en el que se inició la primera intervención de restauración tras la adquisición del inmueble por parte del Ayuntamiento de Villaescusa de Haro a principios del s. XXI siendo alcalde Balbino Millán.

La Esperanza como Satisfacción y Futuro

Con humilde realismo podemos afirmar que esta excavación no supone un hito histórico nacional; sobreviven en perfecto estado montones de monasterios de hace cinco siglos en su propia singularidad, algunos tan apabullantes como el cercano monasterio de Uclés. No estremecerá la perspectiva de los arranques de muros de piedra y tapiales de los dominicos como, por ejemplo, una visita al mosaico figurativo romano de Noheda. Logrará conmover, si acaso, al vecino villaescusero al que han agitado con fruición su realidad visual y que siente como propias las ruinas del entorno.

En el entretanto, seguiremos fascinados los avances de una excavación arqueológica que sorprende, día a día, con hallazgos inesperados. Los primeros días aparecieron más zonas de enmorrillado alrededor del claustro, como las ya identificadas, y se constató que el paseo del claustro no era cuadrado sino en forma de U, con el lateral sur cerrado. La segunda semana ya salió a la luz el refectorio, con un singular banco corrido de yeso alrededor de toda la estancia. El 21 de septiembre se descubrió una losa de piedra labrada con el escudo de los Ramírez de Fuenleal en el propio refectorio; se especuló con que podría ser la mitad de la lápida sepulcral del obispo fundador, si bien pronto se descartó la hipótesis. Y al día siguiente, un silo de más de cinco metros de profundidad que sorprendentemente se encontraba vacío, sin escombro, sin humedad, como esperando grano. El día 23 ya se distinguía claramente un patio cuadrado interior de solado enguijarrado con pozo, aljibe y sistema de desagüe. El viernes 25 de septiembre nos tropezamos con la mitad inferior de la lápida que había aparecido cuatro días antes, un hallazgo que permitirá leer la inscripción perimetral completa y que podría ser del enterramiento de un Alfonsus en 1646, quizá Alfonso Ramírez de Fuenleal; según el Compendio Histórico reseñado como «uno de aquellos varones ilustres de gran entendimiento que hubiera dado mucha gloria a la villa de no haber fallecido a la temprana edad de 18 años». El 2 de octubre se mostró un colosal capitel por identificar, seguramente sostén de un arco del claustro, que da idea de la magnificencia del convento. Y los muros y escalones van definiendo los límites y divisiones del edificio con nitidez a medida que pasan los días.

Se abren ahora las entrañas del viejo convento y adquiere sentido el paso de la historia por este rincón manchego que fermentó obispos y ahora sufre el deshielo rural. Podemos sentirnos afortunados por vivir una época de notable sensibilidad hacia el cuidado de nuestro patrimonio histórico-artístico, lo que habilita la seducción por desenterrar la planta de un convento que convivía, olvidada e invisible, entre nosotros y, con ello, despertar al s. XXI el modo de vivir y de pensar de un puñado de frailes del s. XVI, como un archivo histórico no de papel sino de piedra y yeso.

P.S. Galería fotográfica de la evolución de las obras, primero de la iglesia desde 2011 hasta 2018 y después de la excavación arqueológica iniciada en septiembre de 2020:

convento dominicos

Fragmentos de un No Saluda

[fragmentos de las palabras del pasado 15 de agosto]

La suspensión de las fiestas patronales ha conllevado la anulación de procesiones, del acto del pregón de fiestas y coronación de la corte de honor, de los fuegos artificiales que simbolizan el inicio de las fiestas, de comidas y aperitivos populares, de actos deportivos, culturales y solidarios, y de muchos otros eventos que todos los meses de agosto dan vida a nuestro pueblo.

Hemos vivido una etapa de aislamiento y distanciamiento que ha desembocado en estos días de denso vacío, de extraña incertidumbre y sentimientos en tensión. Como si ayer no fuese catorce de agosto ni hoy quince, una realidad que cada persona siente y vive de forma única en su propia singularidad.

Porque, a pesar de todo, sentimos la necesidad de creer, de creer en nuestra fiesta, en nuestra convivencia, en nuestro futuro. Anoche un grupo de gente joven lo significó a la perfección prendiendo una batería improvisada de fuegos artificiales seguida de vítores a la Virgen y al pueblo que los une todos los veranos. Quisieron simbolizar el inicio de las fiestas antes de lanzarse a celebrar con ímpetu y entre amigos lo que merecen. No se puede leer como un gesto romántico vacuo sino como una íntima necesidad colectiva.

Que ahora al terminar la misa no haya invitación popular al vino de honor no significa que no debamos salir a tomarlo con familia y amigos, más bien al contrario, debemos compartir -con prudencia- la alegría de la celebración.

Por último, se recuerda que conservar la calma en mitad de una epidemia es un acto de civismo; el verdadero coraje significa pensar en los demás, sabiendo que todos compartimos la misma fragilidad y necesitamos al prójimo. Seamos conscientes de las consecuencias de nuestras decisiones y nuestros actos, nuestra libertad requiere nuestra responsabilidad individual.

Oropéndola DJ en La Pesquera Tonight


Oropéndola vista en este rincón.

Si me das a elegir
entre tú y mis ideas,
que yo sin ellas
soy un hombre perdido, ay amor,
me quedo contigo.

[Me quedo contigo, Los Chunguitos]

Ver una oropéndola en la pesquera llama tanto la atención como ver un payaso en un funeral. Espléndidas oropéndolas de color amarillo chillón revolviéndose entre chopos viejos de ramas secas en un entorno áspero y ocre bajo el sol impío del verano manchego. Vuelan por la pesquera ajenas a la realidad e ignorando que este atípico verano es de duelo y de miedo y que tendrían que cobijar su pecho brillante bajo sus discretas alas negras y cambiar su canto de merengue a gregoriano. Y, sin embargo, han nacido para brillar y destacar entre nuestra mediocridad, y gracias que la evolución les ha enseñado a mostrarse esquivas a la vista de los depredadores. La vida misma.

Tal y como está el patio del circo lo raro es que no se le haya ocurrido a algún iluminado independentista reclamar el fastuoso amarillo de la oropéndola como patrimonio de sus ansias políticas. Si nos dan a elegir entre una oropéndola y Puigdemont la disyuntiva se decanta en un instante: la belleza innata versus la psicopatía fanática. No exagero: hace miles de meses, en marzo, ya hubo pataleta entre simpatizantes de ERC porque el Gobierno de España había rotulado el lema contra el coronavirus («Este virus lo paramos unidos») en amarillo y negro, colores oropéndola, y para más inquina con la palabra «virus» en amarillo. Tuvo que salir un señor serio y enjuto a justificar el uso de los colores recurriendo a la convención internacional y alegando que una bandera amarilla y negra en una embarcación ha significado históricamente «barco en cuarentena». Si pensáis que Cataluña es algo así como un barco en cuarentena es cosa vuestra.

Este virus lo paramos unidos. Hemos apuntalado el aspecto cromático del lema pero me daría pavor afrontar el enfoque semántico. Qué paradigmática esa reivindicación de «pararlo unidos» como si se tratase de una batalla de braveheart en la que tuviésemos que combatir hombro con hombro; no respetamos la distancia de seguridad interpersonal ni en las consignas. Tuvieron ese mínimo pudor de no definirlo como «Unidas Podemos parar el virus». Más desafortunado, si cabe, fue el eslogan gubernamental de finales de mayo: «Salimos más fuertes». Pensé que era una broma; aunque en las escuelas de publicidad enseñen a usar la herramienta del shock para campañas exitosas, en este caso atacaban a puñal nuestra inteligencia más básica: ni hemos salido, ni somos más después de tantos fallecimientos, y mucho menos más fuertes vista la coyuntura política, económica y social que nos toca afrontar.

Cuesta adivinar qué historia estamos pintando. Parece evidente que no la de los hechos sino la del relato guiado, la versión edulcorada y moralista de una realidad despiadada, aunque parece difícil intuir cómo se evaluarán estos tiempos con el transcurrir de las décadas. Quisiera ser pesimista pero esta noche habrá concierto de Oropéndola DJ al fresco y ofreceremos toda nuestra energía para que los djs sigan mostrándose como un oasis de vitalidad en este desierto de desidia.

Abubilla Atropellada


Biodiversidad: tordos y antenas.

Los que no participan de las injusticias,
no miran a otro lado.
Los que no se acomodan,
los que riegan siempre su raíz.

[Girasoles, Rozalén]

A la vuelta de Briones nos acompañó la abubilla revoloteando entre las carrascas de las lindes. A tus impacientes llamadas ella contestaba con su u-pu-pu u-pu-pu mientras atravesábamos raudos y prisa-prisa con la bici eña el camino repleto de «margaritas metepatas» que sembraron a conciencia tus tíos antes del encierro y que ahora florecen entre las rodaduras de tierra. Distingues los pinos de las carrascas, señalas el cereal granado diciendo «cerveza, pan, galletas, espaguetis» y las cepas de las viñas identificando «uvas y vino para papá». Nunca cazas con la vista los lagartos ocelados que atraviesan las pistas porque andas con la mirada perdida calculando los huevos de las gallinas que cogiste ayer y soñamos con ver juntos un jabalí huidizo o un elegante corzo que, de momento, nos son esquivos. Se supone que el pueblo está hecho a la medida del hombre y la ciudad a la medida del producto, del número, detalle que ignoramos porque no necesitamos etiquetar ni, por supuesto, desdeñar diferencias más allá de bendecir la posibilidad de elección. Para qué preocuparnos por intangibles pudiendo centrarnos en que Sesar nos traiga un árbol de piruletas de chocolate de Tarancón y plantarlo en la parcela de los pinos y que agarre bien y tener, de cara al otoño, buena cosecha de piruletas de chocolate.

El mundo es cada vez más piramidal y más líquido y más frágil, menos atractivo. Y mientras miserablemente se están los otros abrazando con sed insacïable del peligroso mando, tendidos a la sombra estemos cantando y merendando sandía con fanta de río. Ahora ya es tarde, demasiadas carencias en filosofía para aprender a pensar y demasiadas carencias en matemáticas para aprender a investigar. Demasiados escrúpulos para profesionalizar la instigación y demasiados frentes abiertos para abordar el objetivo de guerra a pecho descubierto.

El viernes en la carretera detecté una abubilla atropellada en el asfalto, supongo que no era la que nos acompañó en nuestro paseo en bici.